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Cuando el verano se despedía,
los días fríos avanzaban,
ella está cerca de la ventana
mirando en la noche.
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Da vueltas por la luna llena,
las ramas vacías.
Abandonada como ceniza,
después del esplendor caliente.
Su mirada roza a la corteza,
su blanco suena tan sabio.
Ella siente una emoción,
un temblor en la sangre.
Allí ella oye un golpeteo,
primeramente tierno y luego silencioso.
Viene del viento de noche,
o ¿su ánimo llama allí?
Cuando ella lo admite,
él hace bailar abedules
el sol brillando
en lágrimas de la piel.
Llena de anhelo comienza
a formar alas.
La señal de la despedida,
la conocía hace tiempo.
(Marion Albrecht)
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